“Sentar a los ministros a la mesa de negociaciones es precisamente gobernar”


Marco Enríquez-Ominami:

Dirigentes Progresistas llaman al gobierno a frenar la brutal represión contra los habitantes de Aysén,  y sentar a los ministros a la mesa de negociaciones.

Marco Enríquez-Ominami, acompañado de Camilo Lagos, Vicepresidente del Partido Progresista (PRO), llamó al gobierno a detener la represión contra las manifestaciones sociales en Aysén y sentar a los ministros a la mesa de negociaciones. “Sebastián Piñera debe entender que la respuesta a las demandas de equidad de las regiones debe ser el diálogo y las reformas que todo el país reclama. Sentar a los ministros a la mesa de negociaciones no es ceder, es precisamente gobernar. Este el momento donde se aprecian lo verdaderos liderazgos, aquellos que responden con represión o aquellos que responden con remezones a las estructuras políticas y económicas anquilosadas”, señaló el líder progresista.

Enríquez-Ominami indicó que es urgente mostrar voluntad y avanzar en las reformas políticas y económicas que otorguen mayor equidad a las regiones de nuestro país. “Los progresistas le volvemos a pedir a la clase política la voluntad para terminar con el centralismo y la rigidez democrática en nuestro país. Llegó la hora de avanzar en un federalismo atenuado, en la idea de un primer ministro, en reformas al sistema binominal, y en paralelo, la reforma tributaria y al sistema financiero, que nos permita avanzar en una sociedad más democrática y equitativa” sentenció.

Por su parte, Camilo Lagos, advirtió que las demandas y movilización serán crecientes, y que se equivoca el gobierno si cree que la solución a esta demanda de justicia social es la represión. “La experiencia histórica y reciente, demuestra que no se puede responder con represión a las demandas de justicia social de los pueblos. Eso solo polariza a las sociedades. Ya nada puede detener que las regiones de Chile reclamen más autonomía y beneficios económicos a los aportes que realizan al país. Que los estudiantes reclamen mayor calidad de su educación. Que la sociedad reclame por menos abusos del sistema financiero. Que la ciudadanía reclame mayor recambio político”.  Sobre el rol del movimiento progresista en las movilizaciones ciudadanas, Lagos indicó que los progresistas acompañaran a la ciudadanía en sus luchas por mayor justicia social, a la vez, de presentar las propuestas que respondan a estas demandas. “Somos una fuerza progresista y programática, y así como acompañamos en la calle a los estudiantes o a los ayseninos, con la misma convicción, seguiremos generando propuestas que responden a esas demandas, como las de reforma tributaria, la de salario mínimo regional, la de un salario mínimo ético, la de un sistema electoral competitivo, la de reforma al sistema financiero, y las más de 50 propuestas de política pública que hemos levantado en estos dos últimos años”, concluyó el dirigente del PRO.

El binominal: un sistema electoral fraudulento.

  No sé qué entiende Su Excelencia, el Presidente de la República, por “profecía autocumplida”. Nuestro presidente nos tiene acostumbrados a expresiones sorprendentes, que cuesta entenderlas, como aquella broma de “Robinson Crusoe” - personaje surgido de la mente de Daniel Defoe - al cual le dio vida real – o aquella otra del “marepoto” o la majadería de insistir en el papelito de “los treinta y tres” y de regalar piedras a algunos mandatarios de Europa; no es de su responsabilidad de que la ignorancia, en Chile al menos, sea una virtud y de que la mayoría de los chilenos, entre quienes se cuentan algunos profesores, no entiendan lo que leen; que algunos líderes políticos convivan sin ninguna cultura literaria . ¿Por qué tendríamos que exigirle esta cualidad intelectual a nuestro primer funcionario de la república?

Si la profecía autocumplida es el fin de un sistema político fraudulento – la transición transaccional, no cabe duda de que hace mucho  tiempo que la casta política realiza sus mejores esfuerzos para que esta profecía se cumpla.

Visto el sistema electoral  desde una perspectiva histórica, desde Portales, hasta Piñera, ha sido un permanente fraude, salvo de 1958 a 1973: Bloque del Saneamiento Democrático hasta las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Un solo dato: el  universo de inscritos en el Registro Electoral aumentó de 1.500.000 a cuatro millones de electores; se eliminó el cohecho; se derogó la Ley de Defensa de la Democracia; se permitió el voto a los analfabetos.

Salvo en el período Pipiolo, (1823-1830), ninguna Constitución ha surgido de una asamblea  popular; las demás son producto de la imposición de la espada: la de 1833, por la dictadura portaliana, que aplicó el  más largo  estado de sitio de nuestra historia y se prolongaría todo el tiempo que durara la guerra contra la confederación Perú-boliviana; la de 1925  por el  inspector del ejército Mariano Navarrete, mediante un discurso amenazador y un golpe de puño en la mesa; la de 1980 es producto de Jaime Guzmán y del tirano Augusto Pinochet.

En el sistema electoral, durante todo el siglo XIX, el monarca presidente era el único elector: nombraba a su sucesor – Prieto a Bulnes; a Montt a Pérez a Errázuriz a Pinto; a Santamaría: a Balmaceda. El dominio del Congreso estaba asegurado por la intervención de los gobernadores. Posteriormente, por la llamada “libertad electoral”, predominó el fraude en base al cohecho y al cacicazgo municipal. En la transición “transaccional” todos los diputados  y senadores tienen la posesión del cargo en forma vitalicia, sólo basta que manifiesten su deseo a la reelección para lograrlo – más del 60% de los parlamentarios actuales se ha hecho reelegir en forma sucesiva -.

Los electores, convertidos en consumidores, están todos encuestados: cualquier parlamentario sabe cómo votan en cada mesa, pues en las elecciones no hay ninguna sorpresa – como en el caso de la colusión avícola, basta repartirse bien los “pájaros” de los electores, además, cuatro  millones de personas capacitadas para votar estaban excluidas -.

La jaula de hierro, heredada del tirano, garantiza el veto permanente de cualquier minoría a una legislación  sobre  temas de importancia para el país y su democracia: las Leyes  Orgánicas exigen quórum tan altos que la única forma de lograrlo es por medio de la colusión que, hipócritamente, es llamada la “democracia  de los consensos; el  mejor ejemplo de esta mala forma de hacer política es la Ley General  de Educación.

No justifica la Concertación el haberse amoldado al veto chantajista de la derecha, pues en el fondo, el pragmatismo de Edgardo Benninger terminó convirtiendo a esta coalición desde la centro-izquierda a una humanización del neoliberalismo y, con razón, los ciudadanos los expulsaron del poder prefiriendo el  original a la fotocopia.

El sistema binominal no es una invención de Jaime Guzmán – en este tema, como en muchos otros contenidos en la Constitución, no han hecho más que copiar y repetir textos históricos. Según Manuel Rivas Vicuña, en su obra Historia política y parlamentaria, Alberto Edwards, el último“pelucón”, admirador de la dictadura de Diego Portales, posteriormente  funcionario de Carlos Ibáñez, propuso, en 1911, una ley electoral que dividía al país en Distritos, por la cual elegía cada una dos diputados, garantizando un perfecto empate, salvo que una de las dos combinaciones duplicara a la otra. El binominal de 1911 favorecía a la Coalición y a la Alianza, y en 2012, a la Concertación y a la Coalición por  el Cambio.

Tanto en 1911, como en 2012, los  partidos históricos se rigen por el pragmatismo y se han ido convirtiendo en grupos plutocráticas, que se reparten el botín  del Estado. En 1911,  se compraban los cargos parlamentarios y en 2012 los reparten los jefes de partido.
En 1911, las municipalidades estaban corrompidas, con el agravante de que manejaban el sistema electoral; en 2012, algunos alcaldes entre los que se cuentan los de Providencia y Ñuñoa señores feudales y émulos  de Augusto Pinochet.

En 1911, algunos diputados eran abogados de  empresas del salitre y se hacían millonarios en base a algunos pleitos; en 2012, algunos ni siquiera requieren del ejercicio de su profesión – les basta durar veinticinco  años en el cargo para convertirse en millonarios -.
El rey electivo de la Constitución de 1925 tenía mucho menos poderes que el de la  Constitución Pinochet-Lagos, sin embargo, el rey debe contar con la firma del ministro del ramo para  la validez de todo acto jurídico; en la actualidad, esta condición es un detalle, pues los ministros con incondicionales del Presidente. En el  pasado,  Carlos Ibáñez utilizó  esta modalidad para desbancar a don Arturo Alessandri. A partir de 1925, el Presidente debe contar con el  apoyo de los partidos políticos. En la época Republicana (1925-1973), los jefes de partido de la coalición de gobierno debían dar el pase a los candidatos a ministros; en la  actualidad, esta condición es inconstitucional.

El Partido Radical,  por ejemplo, logró envenenar la existencia de don Pedro Aguirre Cerda; Juan Antonio Ríos intentó zafarse del dominio de su partido por medio de gabinetes que incluían militares; Gabriel González Videla incluyó a todos los partidos políticos en su gabinete; Carlos Ibáñez ganó en base a “la escoba” para barrer a los políticos y terminó desastrosamente; Jorge Alessandri intentó gobernar con  los gerentes y,  al fin, lo hizo con conservadores, radicales y radicales. Eduardo Frei Montalva gobernó con un partido único, la DC, que terminó balcanizado; Michelle Bachelet propuso un gobierno ciudadano y, al fin,  se entregó a Escalona, Pérez Yoma, Tironi y Viera-Gallo, entre otros.

Sebastián Piñera, ignorando la  historia, intentó un gabinete de empresarios, sin ninguna experiencia política, pero la  UDI conspiró e impuso un gabinete a su amaño. Hoy, el  rey quiere mostrar un escenario republicano, entrevistándose con los ex presidentes de la Concertación; era de suponer que esta comedia iba a terminar en un cambio del sistema binominal y una reforma tributaria, pero en ambos casos, la UDI pretende, nuevamente, doblarle la mano.

 Eugenio Tironi y Patricio Navia, entre otros, se equivocan en atribuir la debilidad de Sebastián Piñera solamente en la  antipatía que la opinión pública le profesa.

Personalmente, pienso que hay causas mucho más profundas: la derecha en democracia siempre ha tendido a dividirse a causa del individualismo, propio de su concepción ideológica: de 1938 a 1973, a pesar de tener mayoría electoral, perdió muchos comicios a causa de este síndrome; en 1946, se presentó dividida entre Eduardo Cruz-Coke y Fernando Alessandri que a pesar de tener más del 50% de los votos, perdió ante el  izquierdista Gabriel González Videla; sólo ganó una vez, superando a Allende por un pequeño margen don Jorge Alessandri. La derecha estaba asegurada por poseer la mayoría parlamentaria y mantenía, por consiguiente,  gran parte del poder político,  además del económico.

En la transición (1990-2012), la derecha tiene seguro de vida en base al sistema  institucional heredado del dictador: puede darse el lujo de perder todas las elecciones y mantener el poder. Ahora, llegados al  gobierno, el síndrome de la división  se radicaliza, pues el Sebastián Piñera no es del agrado de un amplio sector de la derecha, que tanto  la  UDI, como en RN. Jovino Novoa y sus seguidores cercanos se han convertido en el peor cuchillo para Su Excelencia, exigiéndole que siga el trazado  político de la  UDI o que haga gobierno con la DC.

“La profecía autocumplida” o la “muerte anunciada” de un sistema político electoral, cada vez más fraudulento, excluyente e inaceptable, se va a producir  más temprano que tarde, producto de la presión de una verdadera rebelión del electorado y nada podrán hacer los conservadores de derecha y de izquierda ante la irrupción de la ciudadanía, cada día más consciente de su dignidad y de sus derechos.




Marco Enríquez-Ominami

“La democracia y las redes sociales tienen tiempos distintos”

Entrevista de Animal Político
México
Dulce Ramos (@WikiRamos)

  Lanzar una candidatura a la presidencia en calidad de independiente es complicado. Tener como plataforma de difusión las redes sociales y alcanzar una votación histórica, lo parece aún más. Marco Enriquez-Ominami logró ambos escenarios en la elección presidencial de Chile en 2010.
  
Foto: elciudadano.cl.
Si bien aquella elección la ganó en segunda vuelta Sebastián Piñera (candidato de la coalición de derecha ‘Alianza por Chile’), Ominami alcanzó 20.13% de los votos tras romper con el Partido Socialista; miembro de la Concertación Democrática que tuvo el poder en Chile desde 1990 hasa 2010. En aquella elección postularon a Eduardo Frei como candidato único.
Enriquez-Ominami, ex diputado de 38 años y exiliado en Francia hasta los 13, rompió los esquemas de las campañas políticas tradicionales al volcar la suya en las redes sociales. Principalmente Facebook. En Chile llegaron a comparar su campaña con la de Barack Obama por el uso masivo de Internet, la opción para recibir donativos en línea, y la difusión de información en YouTube y Flickr.
A partir de ese despegue decidió fundar un partido político que impulsa igualmente a través de los medios sociales. El Partido Progresista de Chile (PRO), cuenta con un blog en el que el ex diputado y cineasta de formación presenta propuestas y reflexiones sobre los problemas de su país.
En una breve visita a México, Marco Enriquez-Ominami charló con Animal Político y reconoció que si bien las redes han multiplicado su ideario, también le han dado lecciones sobre el acercamiento con los ciudadanos, que esperan tener a través de internet una nueva relación con los políticos.
“La democracia tiene tiempos distintos a las redes sociales y esa deliberación lenta se ha vuelto insoportable para los jóvenes”, estima mientras bebe una botella de agua en la terraza de un hotel de lujo del Paseo de la Reforma.
Joven, alto, moreno y de cabello un poco largo. Enriquez-Ominami tiene un aire de rebelde metido a político.
“Las redes no son un sauna”
Llega vestido de traje gris oscuro y camisa blanca, pero despeinado y con la corbata colgada al cuello sin anudar; como si llevase ya una larga jornada encima. Habla rápido. Conecta una idea con otra fácilmente y a una velocidad propia de los nuevos medios.
“Las redes sociales tienen reglas que no todos los políticos quieren entender”, dice. Pero tras ese lugar común agrega: “No es un sauna en el que te da un poquito de calor y te sales. Una vez que entras estás sometido a reglas de transparencia activa que son inevitables”.
En América Latina, donde los políticos apenas se acostumbran a rendir cuentas, transparentar su patrimonio e informar de sus gastos, ahora deben aprender una “transparencia activa”, como la define el líder del PRO.
“El control social es mucho mayor que antes y eso te obliga a una transparencia activa, que es cuando tú decides anunciar a dónde va y por qué. Aprendes a producir información”.
Sus casi 200 mil seguidores en Twitter (@MarcoporChile), y la treintena de grupos que lo apoyan en Facebook le demandan transparentar viajes, financiamiento, invitaciones. “Me ha servido porque me forma. Me ha obligado a ser más impecable en mis planteamientos. Aunque es agotador, eso sí”.
Enriquez-Ominami aprovechó esta nueva forma de hacer política y el momento demográfico que vive Chile. Los jóvenes de hoy, que han organizado grandes manifestaciones por una educación gratuita, nacieron entre 1988 y 1990; justo cuando Chile dejaba atrás más de dos décadas de la dictadura de Augusto Pinochet. Esta nueva generación de cinco millones de jóvenes creció prácticamente sin miedo a tutearse con quienes ostentan el poder.
Un sector de esos jóvenes chilenos encontró en Enriquez-Ominami a alguien que respondía a un diálogo horizontal; pero no dejaba de ser político. No obstante, se reunió con ellos y participó en sus marchas. “Muchos de los cambios en la educación que ellos defendieron yo los defendí aún antes de contender por la presidencia”, afirma sentado en la terraza de un hotel de lujo en el Paseo de la Reforma.
En una entrada de su blog, el político afirma que los servidores públicos chilenos tienen en promedio 24 años de servicio. Prácticamente la vida entera de los jóvenes que hoy reclaman en las calles de Santiago que la educación se democratice.
“Los grandes candidatos se hunden por la palabra”
La vuelta a Chile tras vivir sus primeros 13 años en Francia fue complicada. Uno de esos malos días para el Marco adolescente; su madre le recomendó rentar una película de Cantinflas para levantar el ánimo.
“De repente vi esta cosa mexicana y me fascinó. Cantinflas es el filósofo número uno”, dice entre risas. “Él dijo en una película que lo más difícil de la vida es ser simultáneo y sucesivo. Y hoy las redes sociales nos obligan a serlo. Trabajas en algo y lo informas”.
Las referencias a Cantinflas, que también aparecen de forma recurrente en su blog, no paran ahí.
“Encuentro que los políticos son muy cantinflescos. La política es el show del lenguaje y en Chile, los grandes candidatos se han hundido por la palabra”.
En una sesión ante la Cámara de Diputados, relata, un día tomó la tribuna para dar un discurso en el que, a propósito, se contradijo una y otra vez. Sabía que ninguno de sus 119 compañeros diputados estaría escuchando.
“La ley es genial. Pero por eso mismo no la debemos votar”, cuenta que dijo en aquel discurso. Al final. Sin importar los disparates, los legisladores aplaudieron. “La palabra se ha ido al carajo en los poderes del estado”, sentencia; y las redes sociales hasta cierto punto han obligado al político a darle un nuevo valor.
Si bien la transparencia a la que obligan las redes ha abonado a la relación entre ciudadanos y políticos, reconoce que la democracia tiene tiempos distintos. Que el debate y la deliberación necesaria para crear reformas y nuevos acuerdos puede ser lenta y larga. Una dinámica difícil de seguir para los jóvenes acostumbrados a las respuestas expeditas.
“En 140 caracteres no hay argumento que se sostenga. En las redes se pierden las voces especializadas y se precariza el razonamiento”. Explicar cambios necesarios en las democracias latinoamericanas, como las reformas tributarias, es prácticamente imposible en un solo tweet, reconoce. Aunque rápidamente aclara. “Estoy completamente a favor del acceso a la información que dan las redes sociales”.
Hasta ahora, una de las mayores aportaciones que considera le han dado las redes a la democracia chilena, es que la agenda ciudadana encuentre poco a poco espacios en las agendas de los partidos.
“El monopolio de la política no lo deben tener los partidos. Aunque al mismo tiempo no existe todavía una democracia sin partidos. El tema aquí, es cómo resolverlo”.

El presidente prisionero de la UDI

Piñera es un DC de derecha; si fuera por él, aprobaría el acuerdo entre ese partido y Renovación Nacional.



EL EXCESIVO poder del Presidente de la República, equivalente a un monarca, a un emperador o un César, se puede reducir a cero cuando el Jefe del Estado no cuenta, al menos, con un tercio en el Parlamento, ni con la anuencia de una combinación de partidos políticos que le permitan gobernar. En cierto grado, todos los presidentes de Chile han sido prisioneros de los partidos políticos que los apoyan -Aguirre Cerda, Ríos y González Videla, de los radicales; Ibáñez, de los agrariolaboristas; Alessandri, de liberales, conservadores y radicales; Frei, democratacristiano; Allende, de socialistas y comunistas. El Presidente Piñera no es la excepción, y está preso en manos de la UDI. En ese sentido, el poder del Presidente es todo y nada.
La separación rígida de poderes supone que tanto la legitimidad del Presidente de la República como del Congreso emanan de la soberanía popular, y ninguno de ellos puede disolver al otro; por consiguiente, en ambos casos su mandato es de cuatro años. Ahora bien, ¿qué le ocurre al país cuando hay un mal Presidente y un Congreso espurio?
En un sistema parlamentario o semipresidencial la solución es simple: basta el voto de censura para derrocar al  Primer Ministro, y la disolución  del Parlamento para llamar a nuevas elecciones. En el sistema parlamentario chileno (1891-1925), Germán Riesco, por ejemplo, fue un pésimo presidente, pero importaba poco, pues el primer mandatario era "una piedra en el camino", es decir, sin poder alguno. En el presidencialismo, por vía de ejemplo, tanto Carlos Ibáñez (1952-1958) como Sebastián Piñera han hecho un mal gobierno. Nada se puede hacer para evitar, en el caso del actual Mandatario, que siga acumulando errores que lleven al inmovilismo, sumado a ineficacia gubernativa.
Sebastián Piñera es un democratacristiano de derecha; si fuera por él, aprobaría el acuerdo entre la Democracia Cristiana y Renovación Nacional, que es perfectamente congruente con su biografía política, pero obligado por la UDI se ve conminado a sostener  ideas justamente contrarias a las que han caracterizado toda su historia política (pareciera que los "coroneles" de la UDI estuvieran hablando por el Presidente, una especie  de "Melón y Melame"). 
Sabemos que en el presidencialismo es muy difícil cambiar las combinaciones políticas de apoyo; por consiguiente, Sebastián Piñera no podría abandonar a la UDI -que se jacta de ser la primera mayoría nacional en el Parlamento- para conformar una nueva combinación DC-RN, con capacidad de cambiar la trilogía de que forman los sistemas político, electoral y de partidos. En el parlamentarismo se pueden formar combinaciones en base a varios temas que, en el caso chileno, se podrían lograr con la reforma del sistema político, en una especie de "matrimonio de prueba" con plazo limitado. En el caso del presidencialismo binominal las combinaciones deben durar todo el período,  "sin divorcio con disolución de vínculo, aun cuando exista incompatibilidad de caracteres y violencia intrafamiliar".
Lamentablemente, se confirman mis sospechas  con respecto a la incapacidad de la casta política duopólica, en el sentido de llevar a cabo las reformas necesarias para dignificar la democracia. 

Marco Enríquez-Ominami