Fui hace unos meses al Sahara Occidental, entre Argelia y Marruecos. Allí viven miles de refugiados, alejados de sus tierras natales. Para mi la causa Saharaui, de la RASD (República Árabe del Sahara Democrático) puede parecer lejana para los desafíos nacionales que enfrentamos en materia energética así como en materia de transporte. Pero lo que allí se juega la diplomacia mundial y la nuestra es mucho más que la lucha fosilizada como algunos caricaturizan al combate del Frente POLISARIO (Por la Liberación del Sahara del río de oro) contra la monarquía de la Mamunia, como tantos otros califican despreciativamente las posiciones Marroquíes.
Lo que está en juego en el llamado Sahara Occidental no es solo un problema de soberanía de miles de refugiados que esperan hace 16 años regresar a sus tierras y ciudades, es mucho más, a su vez, que un conflicto territorial, lo que allí está definiéndose es la legitimidad de la diplomacia futura.
En efecto, la diplomacia mundial deberá demostrar que cuenta con las herramientas necesarias para promover no solo la paz sino que hacerlo con niveles de coherencias mínimas para así inspirar la solución a otros conflictos.
No reconocer el derecho a la autodeterminación de los Pueblos del Sahara así como no premiar la lucha pacífica y la opción por la vía diplomática para abordar el mismo conflicto con Marruecos es simplemente otra incoherencia de la diplomacia Europea, del ya confuso Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de nuestros huéspedes del Hotel Carrera.
El conflicto generado por una descolonización mal diseñada e implementada hace 30 años, así como el conflicto por la soberanía de un Sahara rico en recursos naturales contiene amenazas para la coherencia de toda diplomacia trascendente y ejecutiva. Pero incluso desde una aproximación utilitarista a la diplomacia es además en el Magrehb, en el territorio ocupado del Sahara Occidental, donde esos conflictos habitan, donde existen además oportunidades energéticas para Chile que son únicas y abiertas. Y es entonces allí donde, además de honrar principios diplomáticos olvidados muchas veces, la diplomacia chilena debe asumir los desafíos pendientes en materia energética. Por tanto es allí también donde ha demostrado enormes dificultades, para no describirlas como torpezas, para abordar con amplitud de mira las relaciones con nuestros vecinos.
El conflicto de Marruecos y la RASD es entonces para mi una urgencia diplomática, aunque suene excéntrico leer semejante afirmación en el Chile de 2007.
Marco Enríquez-Ominami
Lo que está en juego en el llamado Sahara Occidental no es solo un problema de soberanía de miles de refugiados que esperan hace 16 años regresar a sus tierras y ciudades, es mucho más, a su vez, que un conflicto territorial, lo que allí está definiéndose es la legitimidad de la diplomacia futura.
En efecto, la diplomacia mundial deberá demostrar que cuenta con las herramientas necesarias para promover no solo la paz sino que hacerlo con niveles de coherencias mínimas para así inspirar la solución a otros conflictos.
No reconocer el derecho a la autodeterminación de los Pueblos del Sahara así como no premiar la lucha pacífica y la opción por la vía diplomática para abordar el mismo conflicto con Marruecos es simplemente otra incoherencia de la diplomacia Europea, del ya confuso Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de nuestros huéspedes del Hotel Carrera.
El conflicto generado por una descolonización mal diseñada e implementada hace 30 años, así como el conflicto por la soberanía de un Sahara rico en recursos naturales contiene amenazas para la coherencia de toda diplomacia trascendente y ejecutiva. Pero incluso desde una aproximación utilitarista a la diplomacia es además en el Magrehb, en el territorio ocupado del Sahara Occidental, donde esos conflictos habitan, donde existen además oportunidades energéticas para Chile que son únicas y abiertas. Y es entonces allí donde, además de honrar principios diplomáticos olvidados muchas veces, la diplomacia chilena debe asumir los desafíos pendientes en materia energética. Por tanto es allí también donde ha demostrado enormes dificultades, para no describirlas como torpezas, para abordar con amplitud de mira las relaciones con nuestros vecinos.
El conflicto de Marruecos y la RASD es entonces para mi una urgencia diplomática, aunque suene excéntrico leer semejante afirmación en el Chile de 2007.
Marco Enríquez-Ominami
2 comentarios:
Recibí su comentario y le agradezco l apaciencia
Marco
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