Del cuoteo a la diversidad

Desde la recuperación de la democracia, a principios de los 90, la política ha modelado sus instituciones siguiendo un estricto patrón de cuotas. Cuotas entre partidos de la coalición gobernante para la distribución de ministerios, subsecretarías, cargos, nombramientos, contrataciones y subcontrataciones.

También han existido cuotas entre los bloques políticos, usadas fundamentalmente en la distribución de autoridades y nombres a cargo de los organismos, empresas y/o instituciones denominadas “autónomas”, como TVN, el Banco Central y el Sistema de Alta Dirección Pública, entre otros. Con esa repartición, los nombramientos en estos organismos han tendido a reproducir, en su estructura y funcionamiento, la distribución del poder político y el peso de cada facción partidaria en un momento determinado.

Esta distribución, se ha presentado como “mantención de equilibrios” e incluso hay los osados que dan en llamarla “pluralismo”.

Pero, como hemos planteado en más de una oportunidad, la lógica de la transición, que justificó dicho esquema de repartición del poder en las distintas esferas de la sociedad, está haciendo agua desde hace mucho rato. Vivimos como crisis sectoriales la explosión de conflictos en las más diversas esferas de lo público, sin darnos el tiempo de mirarlas como lo que son: la manifestación del agotamiento de un ciclo político y del acuerdo social que lo sustentó. La crisis de un sistema de administración del poder basado en cuoteo y la cultura organizacional del “barrer bajo la alfombra”.

En un país dónde la mayor parte de los nuevos habilitados para sufragar no se inscriben en los registros electorales, dónde la política y sus instituciones se ubican en los top ten del descrédito y donde el promedio de edad de las autoridades sube año a año como si de sus propios cumpleaños se tratara ¿es viable seguir presentando a la distribución según poder político como un mecanismo de pluralidad y de representación de la sociedad en las instituciones? La verdad es que a nosotros ésa nos resulta una píldora difícil de tragar.

Artistas, escritores, pensadores, críticos, pueblos originarios, emos, pockemones, pingüinos, ecologistas, animalistas, músicos, pobladores, son algunas de las miles de expresiones de vida que –teniendo fuerza y presencia en la sociedad y la cultura- no están representadas hoy en el parlamento ¿pueden entonces sentirse representadas en los nombramientos que decide el Congreso a imagen y semejanza de sus comités partidarios? ¿Podemos hablar de diversidad cuando las instituciones se gobiernan y se piensan desde un sector pequeño de “iluminados” normalmente desconectados de la realidad viva de la sociedad?
Nos acercamos a celebrar el bicentenario y las fuerzas vivas de la sociedad ya se expresan en cada esquina, en cada muro, en cada galería y en todo el territorio. Solo un sector se mantiene ajeno a ese impulso y busca reproducirse a espaldas de su entorno, desconociendo a sus electores (activos y pasivos). La política requiere cirugía mayor, no cabe duda, necesita abrirse al mundo que ha emergido de la globalización, la amenaza climática, la masificación de las comunicaciones y su efecto en la construcción de identidades.

Para el ciclo que comienza, cuando hablemos de cuotas lo haremos para incluir a los postergados, a los marginados y a los excluidos. Cuando hablemos de instituciones, hablaremos de movilidad, de oportunidades en vez de privilegios, de pragmatismo, de responsabilidad, de premio al mérito y de libertad.
Estamos convencidos que generación del bicentenario está lista y la fuerza que representa se hará cargo de robustecer la democracia y abrirle paso a la diversidad.

Marco.

1 comentario:

Daniel Nanjarí dijo...

Primera vez que escucho hablar acerca de incluir a gente tan variada como artesanos, pobladores, artistas, músicos, emos y pockemones a construir Chile. Es una tarea titánica frente a un mosntruo como son los partidos políticos y su sistema binominal en el parlamento.
Yo soy Profesor y Músico, tengo 31 años, y siento que es la oportunidad que tenemos, los históricamente postergados, para participar activamente en la toma de decisiones junto a los más jóvenes y los más experimentados.
No es necesario ser abogado para estar sentado en el parlamento. Se necesitan otras conciencias también, otras miradas. El Chile del bicentenario debe tener una mirada plural frente a temas del futuro como lo es el medio ambiente, la energía y la educación, entre otras materias.