Si veo lo que veo, escucho lo que escucho es normal que piense lo que pienso: a la oposición le cuesta oponerse


Con la Concertación pasa algo similar que con aquel millonario quien, de la noche a la mañana, producto de malos negocios se vuelve pobre y debe vender su lujoso auto. Desde que los círculos de poder de la concertación perdieron los privilegios del poder han demostrado una gran incapacidad para desenvolverse en estas nuevas coordenadas políticas del 2010 Algunos han llegado a afirmar que “ya no tienen agenda” o que están a setecientos metros, “sub sole”, como lo estuvieron los mineros. Por nuestra parte, los que intentamos la construcción de un proyecto progresista innovador, tampoco la tarea ha sido fácil, en un año agitado, accidentado y lleno de episodios dramáticos. Hemos decidido ser extremadamente prudentes quizás en exceso, ante la instalación de un gobierno de derecha, no porque creamos que lo haga todo bien, sino porque creemos que en una monarquía presidencial la instalación de un gobierno tiene un tiempo de gracia que debe ser respetado. Es el gobierno de la mayoría sin contrapesos y por tanto corresponde dejarlo instalarse, más aún en medio de uno de los cinco terremotos más fuertes que la humanidad recuerde. Por eso comprendo que para muchos chilenos, viendo lo que ven, escuchando lo que escuchan, es normal que piensen lo que piensan, que la oposición no ha estado a la altura de su función fiscalizadora, incubadora de ideas, voz de la minoría, expresión de la agenda pendiente para los perdedores del sistema financiero, social y político que padecemos.

En tal inopia ha sido además inútil pedirle a los cuatro jefes de partido de este conglomerado que hicieran una autocrítica, pues no solo no lo quieren hacer sino que más aún la solicitan al resto sin pudor alguno, mucho menos podríamos pedirle que tuvieran nuevas ideas e ideales; pues, en su gran mayoría, son los mismos los que desde hace 20 años desde las comisiones políticas de sus partidos han dirigido el debate, vetado iniciativas. Entonces para avanzar en un plan político o un proyecto de país se requiere desde la autocritica y hacia las ideas innovadoras recorrer un camino complejo, de oposición firme, que a su vez reúna a ganadores y perdedores del sistema que nos gobierna en torno a soluciones y a propuestas. Es por esta constatación, la negación de toda agenda nueva, que se ve imposible toda alianza de los progresistas con la Concertación si ésta no se decide a asumir que lo que la hizo nacer no le da para ofrecer una alianza de futuro renovada ante el drama de muchos chilenos. La vida es el arte de cerrar ciclos y el de la Concertación, con sus luces y sombras, fue un ciclo que dejó a muchos perdedores del sistema fuera del alcance de sus políticas públicas. Sin embargo no reconocer su obra es no tener corazón, pensar repetirla es no tener cabeza.

Es posible que los cuatro nuevos presidentes de los partidos políticos de la Concertación en el gobierno o en la oposición repitan las mismas escenas patéticas: la tomada de manos de Carlos Larraín y Yasna Provoste para aniquilar la educación pública y hoy, las sonrisas entre el ministro de Minería y Camilo Escalona, para regalar el cobre, lo que es lo mismo, el regreso permanente de la democracia de los “acuerdos”.

No recuerdo quien afirmó, con cierto sarcasmo, que los gobiernos de la Concertación habían sido los mejores de la centro-derecha – yo me atrevería agregar que los seis primeros meses del gobierno de Piñera son los mejores del personalismo populista neo-conservador, de lejos, a Carlos Ibáñez del Campo y a Arturo Alessandri Palma.

Durante estos meses se ha confirmado lo que sostuvimos en la primera vuelta Presidencial de 2009: Concertación y Alianza son, demasiadas veces, dos versiones similares del bi polio, la única sorpresa es que el Presidente Sebastián Piñera ha copado el campo de promesas que antes planteaba la Concertación, pero que, por cobardía política a veces y por el veto de la derecha otras tantas, nunca llevó a cabo. El gobierno actual al menos se atreve a subir los impuestos, a prometer terminar con el 7% de salud para los jubilados, cambios en el Código del Trabajo, cambios en el sistema penal, entre otros.

Es posible que muchas de estas propuestas se queden en promesas pero, al menos, hay que reconocerlo, en éste inicio de Piñera hay más voluntad reformadora en la Coalición que en la Concertación del 2009

La única manera de que el diálogo entre los progresistas sea fructífero consiste en que cualquier conversación sea detonada por contenidos, ideas, conocimientos más que opiniones, proyectos y propuestas más que opiniones. Quienes no ganamos la confianza de los Chilenos en la ultima elección debemos leer el mensaje enviado. Chile tiene mucho pasado y un tremendo futuro, la Concertación mucho pasado y quizás poco futuro,. Para salir del debate odioso sugerimos debatir el contenido de, al menos, tres pactos que considero fundamentales:

- El primer pacto, el político, que implica el fin de la monarquía presidencial y la instauración de un régimen semi parlamentario; el paso del centralismo al federalismo; el empleo de metodologías de democracia directa – plebiscitos, referéndum revocatorio e iniciativa popular de ley-; una sola Cámara; sistema electoral proporcional y primarias amplias, vinculantes y controladas por el Servicio Electoral.

En segundo lugar, un nuevo pacto fiscal, respecto de las cargas públicas, un pacto tributario: royalty de un mínimo de 10% para todas las materias primas; aumento de los impuestos de las mineras según las ventas y no sólo sobre las utilidades; derogación inmediata de toda invariabilidad tributaria; impuesto de un 30% para todas las empresas respecto a las utilidades; un IVA diferenciado que exceptúa de su pago a los bienes culturales y a los productos de primera necesidad; extensiones tributarias a las Pymes, según el número de empleos que provean; premios a las empresas que contraten más trabajadores.

- Y un tercer acuerdo, un pacto social: una revolución educacional donde un estudiante de un Liceo tenga la educación de la misma calidad que aquel de un colegio particular. Una inversión de recursos pedagógicos que permita que la educación chilena logre estándares similares a las mejores del mundo. Revolución en el sistema de salud: que las prestaciones de hospitales públicos sean de la misma calidad que aquellas de las clínicas privadas. Un plan de vivienda digno y un profundo cambio en el uso de suelo de las zonas devastadas por el terremoto. Respecto a las libertades públicas: derogación de la Ley de Seguridad Interior del Estado y Antiterrorista; reconocimiento constitucional de los pueblos originarios; legalización de uniones homosexuales, aborto terapéutico y derecho a la muerte digna.

Creo que con estos tres pactos deberíamos iniciar una conversación con los chilenos. Y en lo personal concuerdo con Virgilio: “se puede, porque creo que se puede.”

Marco Enríquez-Ominami

No hay comentarios.: