Mi Voto contra la LGE

A continuación les copio lo que dejé en acta para fundamentar mi voto en contra de la LGE.

Marco.

18 de Junio de 2008


Señor Presidente


Nuestro deber es representar, con la mayor honestidad y transparencia, la voluntad de quienes nos han mandatado. Ya con la polémica acerca de los derechos sexuales y reproductivos de las y los Chilenos algunos en este hemiciclo censuraron un debate necesario. En esta oportunidad también se quiere silenciar las decenas indicaciones que presentamos un conjunto de Parlamentarios para perfeccionar una ley y mejorar el mal denominado acuerdo Educacional.


No podemos y no queremos estar sordos y ciegos ante el justo clamor de estudiantes, profesores, padres y apoderados que, en las calles de las principales ciudades del país, rechazan como insuficiente el proyecto de Ley General de Educación, junto con las leyes complementarias.
Acertadamente intuyen que estas reformas no ponen fin a una educación inequitativa y mercantilista y mantiene el eje de la educación en la demanda y no en la oferta.


Es cierto que la LGE es superior a la LOCE, aprobada entre gallos y media noche, en los últimos días de la dictadura, cuando no existía derecho a réplicas y se abortaban las ideas del otro.


Esta nueva ley es más que la Loce pero menos que la realidad.

No es más que la realidad, es una ley que no aborda con ambición las precariedades de nuestra realidad educacional.


En lo esencial, la nueva legislación que se propone no elimina el concepto central de subsidiaridad del Estado, que hace al Estado irresponsable respecto a la calidad de la educación, que se centra en la libre competencia del mercado.


Frederick Hayek, el maestro de la escuela neoliberal, sostiene que la desigualdad es connatural al hombre, el ser humano se desarrolla en el mercado y es lógico que venzan los más capacitados, lo que es un verdadero darwinismo social; este concepto es eje de nuestro sistema educacional: siempre ganan, en la competencia, aquellos mejor aprovisionados económica, social y culturalmente. Es cierto que las distintas reformas educacionales lo han humanizado, pero su esencia permanece incólume.


Hoy sigue siendo lo mismo abrir un restaurante que una escuela.

¿Cómo se nos puede pedir a los Diputados que, en razón de una dudosa disciplina de partidos, hagamos oídos sordos ante un clamor nacional que, en estos días se ha expresado masivamente?


Por otra parte el SIMCE y la PSU son indicadores bastante discutibles: se aplican por igual a diferentes realidades educativas y sólo dan cuenta de resultados y no del proceso enseñanza-aprendizaje; por lo demás, estos instrumentos están basados en una matriz de mercado, muy similar a los indicadores económicos, sin embargo, a pesar de estas deficiencias, en 18 años han dado resultados muy similares: siempre los mejores resultados pertenecen a los colegios particulares pagados y Liceos emblemáticos, y los peores, a los particulares subvencionados y a los municipales de comunas pobres. Podríamos decir, sin ninguna exageración, que es una radiografía del Chile segmentado entre ricos y pobres – un país de castas incomunicadas.


Si se diera un valor predictivo a estos indicadores, lo único que mostrarían sería la condenación de los pobres a un futuro oscuro y sin esperanzas.


No es cierto que los padres y apoderados puedan elegir libremente la educación que quieren para sus hijos, pues esto sería posible en una sociedad igualitaria y no una donde la brecha entre ricos y pobres es cada día más grande e inmoral. Para qué seguimos con hipocresías: la idea de libertad de enseñanza, propuesta por una gran mayoría de la derecha, encabezada por Daniel Lopez Pinochet, no tiene nada que ver con el concepto libertario de quienes lo idearon décadas atrás: tenemos una educación de mercado en el cual los bienes culturales se pueden comprar, al igual que los bienes materiales, en el supermercado.


Ha pasado casi un siglo en que no ha habido un debate cultural y educativo de la importancia de la Ley de Educación Primaria Obligatoria, de 1920.


¿Por qué no aprovechar esta instancia memorable para llevarlo a cabo?¿Por qué en nombre de una “famosa democracia de los acuerdos” vamos a silenciar nuestras diferencias en la manera de concebir la educación y el rol del Estado?


¿Por qué le vamos a tener miedo a una sociedad plural y cada más franca para expresar sus distintas concepciones y posiciones?


¿Por qué, en razón de qué urgencia, vamos a promulgar leyes con deficiencias y vacíos? ¿Por qué no tomar el toro por las astas y de una vez decidirnos a hacer una verdadera revolución educacional?


En todas las épocas hemos tenido modelos educacionales: a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la educación alemana; posteriormente, la Nueva Escuela y la Educación para la Democracia; hoy Nueva Zelanda, Finlandia y Corea son nuestros modelos; en todos ellos predomina la educación del Estado, gratuita y pluralista. Sólo en Chile continuamos con la subsidiaridad del Estado y la irresponsabilidad del mismo en su calidad e igualdad.

Se ha convertido en un sentido común el fracaso de las municipalidades en la administración de las escuelas: lo reconoce la Asociación de Municipalidades y muchos Alcaldes en particular; la regionalización por arte del régimen autoritario del pasado fue puramente militar, considerando más las guarniciones que las realidades socioculturales de las Regiones.


Si bien son útiles los controles de la Superintendencia de Educación y la Agencia Calificadora, estos no bastan para lograr una mayor calidad de la educación, cuyas dificultades son mucho más estructurales que de mera supervisión. Se trata de pasar de una pedagogía mercado a una pedagogía de equidad. De pasar de un Estado ausente a un Estado presente. Prefiero el Ogro filantrópico que describía Octavio Paz a un Estado autista en Educación.

El gran descubrimiento del último SIMCE es prácticamente una tautología: a profesores mejor calificados, mejores resultados.


¿Pero cómo podemos tener buenos profesores si no hay una buena formación en las escuelas de pedagogía y las competencias docentes no están presentes?


¿Si la educación sigue siendo repetitiva, enciclopédica y nemotécnica y no desarrolla facultades intelectuales superiores- como la indagación, la crítica, la comparación, la creación, la asociación, la comprensión- y si no hay tutorías para los profesores rezagados y un perfeccionamiento continuo y de calidad?

¿Cómo se puede lograr una educación personalizada y de calidad con cursos de 40 ó 50 alumnos cuando el óptimo máximo es de veinte estudiantes?

Acaso es posible una educación igualitaria en esas condiciones, o sólo reproducimos la antropología de la desigualdad de Hayek. ¿Cuántos de los que estamos aquí tenemos a nuestros hijos estudiando en colegios Municipales?

Por otra parte resulta incomprensible entre los silencios de la LGE el que no se haga referencia alguna a la educación informal, al casi 50% de lo que aprenden nuestros hijos fuera del aula. La nula referencia a la necesidad de contenidos educativos en televisión es del todo alarmante y expresa el profundo desprecio de una demasiado grande parte de la clase política por los medios de comunicación. Considerando que en promedio los chilenos consumen más de 3 horas diarias de televisión y que en estas fechas 90 % de los 7 millones de televisores están encendidos en las tardes y noches es que hemos propuesto un conjunto planteamientos e indicaciones acerca de la necesidad de abordar el tema de la educación desde otras perspectivas. A esto también la derecha y una parte de la Concertación le dijo no.


Que lo sepa el país.

¿Qué es lo que escandaliza a derecha? ¿Qué hay, en verdad, detrás de su oposición a un solo Artículo agregado a la Ley por parte del Ejecutivo? ¿Temen que el Estado sea un factor de cambio, que deba garantizar el derecho a la no exclusión?


¿Es mucho pedir el que cada colegio, donde entre un peso público, tenga al menos que garantizar la inclusión de un porcentaje de alumnos vulnerables? ¿El que se exija rendición de ingresos y egresos de los recursos fiscales?

En el fondo, se oponen a que el Estado se haga cargo de la calidad de la educación y de que éste se haga responsable de responder, ante la sociedad, por sus resultados. Nada más justo que una educación gratuita, pluralista e inclusiva; lo contrario es la educación pagada, selectiva, dogmática y excluyente.

Es por ello que apruebo el ánimo que inspiró a los autores de la ley pero rechazo el los silencios y omisiones del texto así como el método para imponerlo.

He dicho señor Presidente.


Marco Enríquez




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