El eterno Plebiscito de Chile

Este texto lo escribí para una revista de circulacion nacional, es una reflexión crítica y constructiva sobre los 20 años del No.


Siempre he creído que en medio de tanta oferta publicitaria, tanta comunicación política, tanto mensaje y –actualmente- tanta información, no existe disco duro, memoria humana, capacidad cognitiva capaz de filtrar o procesar tanto discurso político. Lo anterior, se encarna además en la nueva moda o re-digestión mundial del marketing político, que dicta -a su vez- que es más relevante la historia del candidato que sus ideas, el storytelling. Hay más espacio para biografías que para discursos y programas olísticos. Palin impactó por su biografía más que por sus ideas y Obama, por su condición de negro más que por su programa económico. Pero ni la sobreoferta de mensajes ni esa nueva tendencia del marketing político ha logrado que en Chile, además de votar por la historia que nos cuenta la vida de un candidato, cambiemos nuestra tradicional lógica de un voto negativo por sobre el voto positivo. Pues, a pesar de que teoricen sobre nuestros hábitos de consumo electorales, a mi juicio aún seguimos votando contra algo, más que por algo. Así lo hicimos el año 1988. La mayoría votó contra Pinochet y no a favor de un programa de gobierno. Así votó después la gente contra Büchi, Alessandri y Lavín, aunque en el caso de Bachelet el factor género pudo haber enredado este nítido reflejo de votar en contra. En esa oportunidad, las mujeres votaron por la actual presidenta y no en contra de Piñera, razón por la cual quizás éste tiene ahora la contundente primera opción para ganar el próximo challenge.
A 20 años del No, las fotonovelas electorales que vienen (municipales y parlamentaria-presidencial) tendrán nuevamente un nítido carácter plebiscitario, pero esta vez no será la dictadura sino la Concertación la que será plebiscitada. En estas elecciones se tratará de dirimir si el concepto de autoridad-autoritarismo que encabeza el binomio Alvear-Escalona, triunfará sobre el de deliberación-innovación. Es decir, tanto dentro como fuera de la coalición, se dirimirá en el futuro si los chilenos dicen Sí a la defensa del diagnóstico-obra (símil fatídico a la estrategia del Sí el año 1988) y al llamado a la disciplina sin apelación ni deliberación alguna.
Veremos si el Sí triunfa versus quienes decimos No a lo anterior y al opaco refugio discursivo de una lealtad entendida como cláusula de silencio ante las ideas mediocres de un gobierno que, salvo honrosas excepciones, no sigue a la presidenta en sus urgencias. O gana el Sí a la geometría que quieren mantener algunos en la Concertación (mismo padrón electoral, mismos partidos, mismos dirigentes) o el No al conservadurismo político, sea de donde venga, No a la cínica contradicción de quienes reclaman que se reconozca el relevante rol de los partidos como espacios para elegir parlamentarios sin pasar por el sufragio universal, pero que simultáneamente fomentan que en esta elección sus candidatos escondan la identidad política, oculten sus partidos en sus afiches.
Por lo menos yo, y algunos más, a 20 años del plebiscito le decimos Sí al recambio generacional, sin despedir a nadie, ni exiliar a nadie, Sí a la alternancia dentro de la coalición, Sí al diálogo sincero, sí a la deliberación, sí al derecho a dudar sin traicionar, sí al derecho de las elites a comportamientos paranoicos pero sí también al derecho a disentir de ese sentimiento y reemplazarlo por otras paranoias. Sí a la diferencia y a no reclamar la verdad política ni el camino único para desarrollar a Chile.
“Todos preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por los resultados”, escribió el colombiano Zuleta. Pero así es como ambas partes nos faltamos el respeto e irrespetamos el mandato que nos da la política: reconciliar a los chilenos con la sociedad, los jóvenes con la política y a los chilenos y los jóvenes con la Concertación, si es que está aún tiene sentido en el futuro.
Por ello que a 20 años del No, y ante el actual desierto de ideas de futuro en la Concertación, creo necesario participar de un Caballo de Troya, un caballo repleto de concertacionistas y escépticos por un nuevo movimiento colectivo o, para algunos, un nuevo partido, con lo mejor de la Concertación y con nuevas ideas y nuevos líderes.

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