Toda victoria se convierte en derrota, si no es el comienzo de una nueva lucha

El 13 de diciembre de 2009 obtuvimos una victoria histórica: nuestro Movimiento fue capaz de interpretar los anhelos de cambio de un millón y medio de ciudadanos, en plena crisis de representación. No sólo fuimos “el ariete para demoler, sino también el alma para construir”. Nuestro Decálogo por el futuro fue capaz de relevar nuevos temas y plantear con claridad el propósito de un nuevo país para el Bicentenario. Estamos concientes de que nos faltó tiempo para profundizar y difundir a todo el país aspectos tan centrales como el de la elección de intendentes, el cambio del sistema político, la revolución en el campo educacional y de la salud y la reforma tributaria, entre otros. Sin embargo, removimos la conciencia de los chilenos y obtuvimos un 20% de los votos, con un padrón electoral envejecido e incompleto.

El ariete, nuestra voz, la utilizamos para denunciar las pésimas y viciadas prácticas políticas, de las cuales muchos de nosotros fuimos víctimas; los partidos políticos se han convertido en piezas opacas no deliberantes, sus presidentes, verdaderos capataces convencidos de que su cargo lo han recibido por gracia divina. Los comités centrales de los partidos y las juntas nacionales las integran funcionarios del gobierno, concedidos por gracia de los presidentes de los partidos, a cambio de convertirse en operadores. La Concertación, que conquistó la democracia para los chilenos, no la ejerció en sus partidos: un autoritarismo vulgar y prepotente terminó por hartar a los ciudadanos.

Un pequeño sector burocrático fue apropiándose de la hegemonía de los gobiernos de la Concertación; luego los díscolos quisimos instaurar la libertad de debate en nuestros partidos de origen, pero todo ello fue imposible, pues la intransigencia de las dirigencias de los partidos políticos impidió toda discusión y descalificó a quienes discrepaban.

Unos pocos funcionarios, cuoteados por los partidos, se transformaron en señores de sus reparticiones despreciando, muchas veces, a los ciudadanos más humildes cuando tenían que recurrir a ellos para solucionar sus necesidades más urgentes – vivienda, educación o salud. En esta última repartición queda en evidencia con el sólo recuerdo del hospital de Talca, por ejemplo-. Si bien la mayoría de los empleados públicos son probos y honrados, hubo casos de corrupción que ofenden profundamente al deseo ciudadano por un Chile más justo y menos discriminador.

El alma de nuestra epopeya ha consistido en plantear a la ciudadanía los sueños, nuestras utopías concretas, nuestros mejores empeños para construir un Chile libertario, sin segregaciones y donde los ciudadanos – y no un grupo de apernados – seamos, en la realidad, los constructores de nuestra historia. ¡Un Chile para todos y no un coto de caza para los monopolios! ¡Un Chile para todos y no para los especuladores de la Bolsa! ¡Un Chile para todos y no el juguete de castas poderosas! ¡Un Chile para todos y no con parlamentarios vitalicios! ¡Un Chile para todos, donde la calidad de la educación y la salud sea igual para los pobres que para los hijos de parlamentarios y ministros!

Una persona me dijo una frase que me impresionó sobremanera: nuestro error fue no haber pasado a la segunda vuelta. Es cierto en dos aspectos: primero, estoy seguro de que en la segunda vuelta hubiéramos vencido a la alternativa conservadora; segundo, a lo mejor, el no haber ganado en la primera vuelta, aunque lamentable, nos permitirá realizar un esfuerzo total, que nos conducirá a la victoria final. Como dijo José de San Martín, “una derrota peleada vale más que una victoria casual”.

Estamos concientes de que, al igual que en la epopeya que se inició a principios de 2009 y que dio sus frutos, con el 20% de la votación el 13 de diciembre, tendremos que seguir enfrentando los oráculos del pesimismo: nos ningunearon, dijeron que no existíamos, luego sostuvieron que no asegurábamos gobernabilidad porque no teníamos partidos políticos, que carecíamos de asesores capaces, que nuestros colaboradores eran unos ”perfectos don nadie”, para que en el período que va del 13 de diciembre al 17 de enero, se produjera algo así como la “multiplicación de los panes”: un verdadero milagro, y nuestros asesores eran los mejores hombres y mujeres de Chile, se los peleaban los dos candidatos del pasado; nuestro Programa era un verdadero proyecto-país, tanto así que comenzaron a incorporar las ideas de nuestro Décalogo por el futuro, como propias.

Como nosotros concebimos la política como una rama de la ética y no solo como una técnica de poder, no nos interesan las transacciones y no creemos en una política donde se venden y compran cargos, nos negamos rotundamente a negociar nuestro apoyo a cualquier candidatura; por esta independencia hemos pagado un precio bastante alto, pero lo asumimos hasta sus últimas consecuencias. Es normal que muchos políticos de nuestro país crean que todo tiene un precio y que en la política, como en la Bolsa, la astucia se limita a comprar barato y vender caro, es decir que actúen siempre con una lógica de intereses patrimoniales.

Iniciamos una nueva etapa, a lo mejor mucho más difícil que la primera – de nuevo, recibiremos denuestos, profecías pesimistas, desesperanzas auto aprendidas, pero todos los escollos los superaremos, pues ya iniciamos el camino y no pensamos jamás volver sobre nuestros pasos, no miraremos ni regresaremos al pasado. No escucharemos los cantos de sirenas, que nos dirán que no puede funcionar un partido sin parlamentarios, que no reuniremos las firmas exigidas, que no seremos capaces de mantenernos en el tiempo y con éxito, que no podremos nunca vencer la lógica derecha-izquierda, conservantismo-liberalismo, que la ley de Michels, sobre la burocratización de los partidos, también se aplicará al nuestro. Nada nos detendrá para conformar un instrumento de combate que agrupe a lo mejor de las chilenas y chilenos libres y valientes.

Los convoco a iniciar la formación de un Partido, cuyos únicos dueños serán los ciudadanos. Si en algún momento esta organización se separara de la sociedad civil, quedará disuelta inmediatamente. El poder total pertenece a los ciudadanos. Los cargos directivos durarán un máximo de dos años: ningún dirigente podrá perpetuarse en un cargo porque todos los cargos serán revocables en base a referéndum, solicitados por los militantes. Cualquier ciudadano puede aspirar a cargos de dirección en este Partido. Todos los cargos de representación popular surgirán de primarias ciudadanas, donde puede votar cualquier chileno mayor de 16 años. Los cargos parlamentarios no implican ningún privilegio dentro del Partido; antes de postular a cualquier cargo de elección debe hacer declaración de sus bienes y patrimonio. Los cargos públicos no pueden ser fuente de enriquecimiento personal, por consiguiente, el Partido velará la equidad, basada en la ética. En este Partido se practicará la ética de la responsabilidad weberiana: siempre los dirigentes, parlamentarios, funcionarios de gobierno y militantes deben dar cuenta ante la ciudadanía de sus acciones.

Los convoco, a partir de hoy, a ir formando en cada región, comuna o localidad,

A todo lo largo y ancho de Chile, grupos de acción ciudadana para participar en la elaboración de nuestro programa, estatutos y recolección de firmas de adherentes. Nuestro lema será siempre la transparencia y la democratización ininterrumpida.

Con toda la fuerza de la historia, el recuerdo de los rebeldes que han construido el camino del progreso y conscientes que el mañana se decide ahora, comencemos desde ya.

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Marco Enríquez-Ominami

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