Es Preferible el ocio filosófico de Ramón Barros Luco al narcisismo hiperquinético del actual Presidente


Por Rafael Luis Gumucio

Para el presidente del primer Centenario, don Ramón Barros Luco, “todos los problemas se resuelven solos…” Frase plagiada a Kipling según Edwards Bello; para el Presidente del Bicentenario, Sebastián Piñera, el trabajo exacerbado y un amor ilimitado a sí mismo constituye el ethos de su forma de gobernar. Pareciera que todos los ministros de su gabinete son iguales a Su Excelencia: todos empresarios, salvo Joaquín Lavín, todos llevan la chaqueta al hombro, y hoy, en terreno, se visten de rojo, con escudo nacional incluido, para mostrar ante las cámaras el sentido de pertenencia a esta secta gubernativa.
La verdad es yo prefiero el ocio al trabajo – que al fin y al cabo, a la larga, es más productivo que el segundo-. Veamos: en los cincuenta días que lleva de presidente, Su excelencia se ha disfrazado de bombero, carabinero, médico, enfermero, arquitecto y de otras profesiones, imitando al general Carlos Ibáñez del Campo; dicen sus más cercanos que Sebastián Piñera trabaja 22 sobre 24, es decir, una performance de 98%. Trabajar tantas horas, de hecho, es dañino para la salud, y si le agrega la exposición mediática, se corre el riesgo, en muchas ocasiones, de pecar contra la prudencia, por ejemplo, la expresión “marepoto”, aun cuando es un lapsus linguae, coloca en mala posición al primer mandatario, lo mismo que haber inventado la existencia de Robinson Crusoe e ignorar la de Alejandro Selkirk – nadie puede exigir a Sebastián Piñera que haya leído la novela de Daniel Defoe -. En este plano, también se parece a Carlos Ibáñez en los sucesivos gaffes, como denominan las metidas de pata los franceses.
Ramón Barros Luco era un gran humorista, cualidad de que carece el presidente del Bicentenario, cuyos chistes sólo celebran sus ministros y más fieles servidores. Don Ramón Barros Luco fue el presidente mandarín que anunció la decadencia, diez años antes, del triunfo de Arturo Alessandri, que pone fin a la bacanal oligárquica. En Sebastián Piñera, ni siquiera se vislumbra el anuncio del fin de los conservadores de izquierda y de derecha, de la Alianza y la Concertación, de los partidos políticos históricos, pues el fracaso de la tercera vía socialdemócrata y de la derecha, está instalado, tanto en América Latina, como en Europa.

En conclusión, el gobierno de derecha chilena está llamada a seguir los pasos de Álvaro Uribe, de Vicente Fox, de Felipe Calderón y de Nicolás Sarkozi, entre otros baluartes del populismo reaccionario.

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