Hambre de transformación social

Un polémico filósofo francés señaló que la libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino en querer lo que uno puede. Nuestro nuevo think tank aspira a ser un instrumento para que lo que queremos, se pueda. Con sentido de urgencia, recuperando la nitidez de ideas, con hambre de innovación en políticas públicas, sin temor a caer mal, lejos de los populismos que nos gobiernan hoy y donde sólo las encuestas dibujan la dirección de los vectores. La Fundación Progresa es y será eso, un tanque y un promotor de ideas sobre los temas de siempre y de nunca.
No escribo en primera persona no tan sólo para no camuflarme tras los talentos que he convocado para construir esta fundación, sino para ser parte de un coro de líderes que amamos nuestro país, a quienes los nacionalismos nos parecen un retroceso; personas que buscamos gobiernos exitosos y que acariciamos el sueño de un Chile más próspero, justo y moderno.
Lo anterior difícilmente se conseguirá con los think tank u ONGs del poder. Salvo excepciones, vemos que el lugar de origen de la política pública se desplazó desde el Parlamento y el gobierno hacia el opaco lobby de intereses particulares. Hacia encuentros empresariales que buscan monopolizar la pertinencia de tal o cual política pública, alineando la construcción de sueños en un sentido restrictivo.
Progresa será un espacio de incubación de políticas públicas progresistas con la convicción de que Chile debe cambiar. El terremoto desnudó lo que para ciertas elites era un misterio: En pleno Bicentenario, Chile sigue siendo injusto. Aceleraremos el ritmo del debate en relación a dónde avanzamos como Estado y sociedad. Lo haremos con humildad pero sin complejos, a la vanguardia, superando el pensamiento conservador de izquierdas y derechas, sin miedo a errar, expresando la subjetividad de nuestra generación, asumiendo la reflexión colectiva como oportunidad y no como imposición.
Nuestro combate inicial abordará al menos tres ejes. Primero, una nueva política de educación pública, que eduque personas no indicadores, reconozca el aprendizaje como proceso racional y emocional dentro y fuera del aula, promueva aumentos de recursos, con instrumentos e incentivos modernos, incluyentes y que no humillen al responsable principal del proceso: el profesor. Segundo, avanzaremos en el desafío de superar la militarización del combate a las drogas. Hasta acá, el Estado y sus gobiernos ha perseguido plantas y ciudadanos, no narcos. Con eso, no se tiene siquiera acceso a información sólida que permita diferenciar un problema de salud pública de uno de seguridad nacional y que muta desde y hacia nuestra región.
Por último, avanzaremos en la organización de un encuentro Europa-América del Sur, para subrayar la necesidad de una segunda fase de relación con el continente al que más exportamos. Sobre todo, considerando que las crisis han golpeado más a las grandes economías que a las nuestras y que tras eso hay mucho más que el éxito de un país que es el mejor alumno del barrio pero no el mejor compañero.
Los convocamos a sumarse. No miraremos códigos de barras, ni Dicom ni construiremos caminos para que los recorran solo los más privilegiados. Sí exigiremos hambre de transformación social en el combate que más nos conmueve: el de las ideas.

Marco Enríquez-Ominami

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