El sistema binominal no es invención de Jaime Guzmán es una fotocopia de un proyecto de Alberto Edwards Vives


  El sistema binominal no es ninguna invención de Jaime Guzmán – el ideólogo de la  dictadura – en 1911 Alberto Edwards, el más antidemocrático de los diputados, propuso un sistema exactamente igual al actual: se trataba – y se trata – de lograr un empate entre dos agrupaciones coludidas – en 1911, Coalición y Alianza, y en 2012, Concertación y Coalición –Rivas Vicuña Manuel Historia Política y Parlamentaria  tomo I 2045 -246

El sistema  binominal garantiza, en ambos períodos, la pervivencia de mafias oligárquicas, que en 1911 se compraban los sillones parlamentarios y, en 2012, los tienen asegurados por diferentes procedimientos, como el nombramiento a dedo, por parte de las directivas políticas, cuando se produce una vacancia de un cargo, y por la existencia de sólo dos candidatos en un Distrito o Circunscripción determinada; en el 99% de los Distritos y Circunscripciones se elige, antes de los comicios, un representante por cada combinación
Tanto en 1911, como en 2012, los municipios están corrompidos – véase el caso de verdaderos “tiranos”, como los alcaldes de Ñuñoa y Providencia, para citar  sólo algunos- con la diferencia de que  1911 el sistema electoral  dependía de la Comuna Autónoma,  y hoy del Servicio Electoral.

Por mi parte, insisto  en que debe predominar el  voluntarismo sobre el pragmatismo – esta última modalidad que caracterizó la política de la  Concertación – para lograr, al menos, cinco reformas políticas fundamentales: 1) un régimen semipresidencial; 2) federalismo; 3) sistema electoral proporcional; 4) una nueva ley de partidos políticos que controle la democracia interna  y, sobre todo, el financiamiento, especialmente de las candidaturas por parte de SERVEL; 5) elecciones primarias obligatorios para todos los cargos  de elección popular.

Es motivo de personal regocijo que ideas que otrora fueron tildadas de utópicas por parte de los representantes del  duopolio, hoy estén en el centro de la agenda política y constituyan una especie de  sentido común gramsciano.



Marco Enríquez-Ominami

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