Las relaciones con nuestros vecinos del norte en su más bajo nivel.

  Desde fines de la guerra del salitre nuestras relaciones con Perú y Bolivia han sido erráticas: ora privilegiamos a Bolivia, otra al Perú. El presidente Federico Santamaría fue partidario de entregar a Bolivia Arica o, en su defecto, Camarones o Caleta Víctor. En el caso del gobierno de Carlos Ibáñez del Campo viramos en 180º: se acuerda con Perú, por medio del Tratado de 1929, repartir Arica para Chile y Tacna para el Perú, prohibiéndose, sin acuerdo de ambos países, cualquier cesión de territorio a un tercero – en este caso Bolivia -.
Sería extenso reseñar en este artículo los diversos intentos, llevados a cabo por Chile, para resolver el problema de la mediterraneidad boliviana; baste citar lo realizado por el gobierno de Gabriel González Videla, Salvador Allende y Augusto Pinochet, en el famoso Acuerdo  de Charaña, que fue imposible implementar  al no haber acuerdo con Perú entre otras cosas.

Con razón, el gobierno boliviano se agotó por el alargue excesivo respecto al punto 6, que trata del tema de la salida del mar a Bolivia. A pesar de las buenas relaciones entre Michelle Bachelet y Evo Morales, nuestra Cancillería no atinó nunca a entregar una solución que satisficiera a ambos países respecto de una salida al mar. Al parecer, habría habido una propuesta de cesión en comodato de caletas como Cobija, al norte de Antofagasta - otrora el puerto principal de Bolivia – o Pisagua, al norte de Iquique.

La Cancillería chilena es a veces insuficiente referente al trato con nuestros vecinos del norte: en este sentido no tiene comparación alguna con Torre Tagle y los doctores de Chuquisaca, por consiguiente, casi nada se puede esperar con respecto a un diseño de una política inteligente en relación con nuestros vecinos. Como buenos “fenicios” de América del Sur, pareciera que el único centro de nuestras políticas de Relaciones Exteriores es el comercio.

En esta coyuntura no podemos estar peor: demandados por Perú ante el Tribunal de la Haya sobre el tema del territorio marítimo que, a pesar de los triunfalistas y chauvinistas, es bien posibletermine en un reparto y, ahora, Bolivia amenaza con demandar a Chile ante los tribunales Internacionales respecto al tema de una salida al mar.

Las recientes actitudes matonescas como la del ministro de Defensa que amenaza con el ejército si Bolivia persiste en no aceptar los Tratados, sólo sirven para desprestigiar nuestra política exterior e incitar a países hermanos a apoyar la causa boliviana, que cuenta con bastante simpatía dentro de la comunidad internacional de naciones.

Una política internacional que se basa preferencialmente en la intangibilidad del Tratado de 1904 tiene pocas posibilidades de éxito y, consecuentemente, bloquea cualquier posibilidad de diálogo. Si los Tratados no pudieran ser revisados y discutidos entre los firmantes, sería imposible pensar en una salida al mar en la franja contigua a la actual línea de la Concordia.

Con el nuevo gobierno de Perú, posiblemente más permeable que el de Alán García, podría pensarse en una solución tripartita, que permitiera solucionar el problema de la mediterraneidad de Bolivia por la franja que desde Yuta hasta la línea de la Concordia.
No tenemos por qué pensar en que  la alternativa de un comodato, en Cobija, por ejemplo, tuviera que romper la continuidad territorial de Chile. En la actualidad, el tráfico de personas y de mercadería puede realizarse libremente y, por lo demás, en el caso de la Comunidad Europea se ha demostrado la inutilidad de las fronteras.

El chauvinismo de personas como el de diputados de la Concertación o de la Alianza además de las actitudes prepotentes del antes nombrado ministro de defensa y la rigidez de nuestro ministerio de  Relaciones Exteriores en el actual gobierno, que no está dispuesto a aceptar el cambio ni de una coma del Tratado de 1904, hace imposible cualquier negociación con Bolivia.

Hay que tener en cuenta que el gobierno de derecha está  completamente aislado en América del sur; el único aliado posible es Colombia, hoy gobernado por el presidente Santos que, por lo demás, a diferencia de Álvaro Uribe, no está interesado en eje de derecha, sino más bien en una apertura hacia sus vecinos de izquierda – Ecuador, de Rafael Correa y Venezuela, de Hugo Chávez y, seguramente, ahora con Perú, de Ollanta Humala.

La clase política criolla está equivocada en la apreciación respecto a la actuación de nuestra Cancillería en la reunión de la OEA, de San Salvador; la verdad es que la mayoría de los países solidarizaron, sentimentalmente, con Bolivia, y el acuerdo de que este problema sea discutido bilateralmente representa un imperativo moral a nuestro país, en el sentido de resolver, a la mayor brevedad posible, el tema de la mediterraneidad de Bolivia, cosa que no será posible, de seguir la política actual de nuestra cancillería.




Marco Enríquez-Ominami

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