Inspirados en una ética del aprecio y del respeto


Publico la columna de José Sanfuentes

Las organizaciones humanas se constituyen tras propósitos que, generalmente, son de gran nobleza en sus inicios.
Tras un buen mapa programático se congrega un grupo de iniciativa, interpreta a muchos y expande su influencia y así, va constituyéndose en poder, imprescindible para alcanzar la victoria de sus sueños.

¿Porqué con tanta frecuencia esos nobles ideales van quedando en una espesa nebulosa y emergen por aquí y por allá esas callosidades -“la política es sin llorar” o “en la lucha todo vale si no quieres que nos aplaste el adversario” o “el Partido está antes que ti” o “lo siento, es razón de Estado”- que horadan la substancia de la amistad cívica y empujan a tantos, sobre todo jóvenes, a mirar con recelo su creencia en proyectos colectivos, a distanciarse de toda contaminación con la política.

Pareciera que las organizaciones humanas vivieran siempre como una paradoja la tensión entre su visión escatológica y sus apremios del presente encarnatorio. Siempre es luminosa “la ciudad definitiva” que pregonamos, ese país de todos, ese mundo nuevo y, casi siempre es farragoso el cotidiano que vivimos y áspera la lucha que nos compromete tras ese pregonar, cuanto más, una vez en el poder.

Las organizaciones humanas están compuestas de humanos, que duda cabe, felizmente, generalmente los dioses –cuando existen- no se mezclan con nosotros, por suerte.
Nosotros, jóvenes y no tan jóvenes, putas y no tan putas, queremos vivir atentos el dilema. ¿Qué hacer para que no nos enrede esta maraña?
Sugiero dos valores fundacionales: aprecio y respeto.

Como individuos somos no más que una mera ilusión, mienten los espejos. Pareciera que nuestra existencia sólo adquiere significado real en el espacio relacional con el otro (a), es decir, o somos con el otro (a) o no existimos. Estamos condenados a una convivencia en el amor, es decir, en hacer de la vida una experiencia permanente de acogida, de aprecio y cuidado mutuo con el otro (a).

Los seres humanos son los únicos seres vivos en condiciones de transformar su existencia. Al resto, su futuro no es más que una eterna recurrencia de su pasado, pequeñas adaptaciones mutativas mediante. Algo emergió en la evolución, dicen que nuestro tipo de lenguaje, que nos posibilita re-inventar nuestro futuro, y el de todo lo existente.

Pero aún así somos sólo seres humanos, hace no mucho amebas a la deriva en el mar. Hacemos cosas bien y hacemos cosas mal. Por eso hemos cultivado el respeto, entre nosotros y con lo otro, el entorno, es decir, un compromiso en el intento permanente por hacer las cosas bien, sin temor a equivocarnos, en ocasiones imposible evitarlo, pero con abierta capacidad y disposición a corregir.

Respeto es un compromiso por hacer las cosas bien porque el otro (a) cuenta con eso para hacer lo propio. Respeto es sintonía entre lo dicho y lo hecho, base de la creación de confianza entre los humanos. Respeto es transparencia entre lo que pienso y lo que digo sobre el otro (a), nada hiere más que el sentirse manipulado al no coincidir las conversaciones públicas y las privadas de otros sobre nosotros.

En fin, esto que relato a mi me importa, he visto y oído que a Marco y a otros (as) tantos también. Tenerlo presente en la convivencia política y, especialmente, en el proceso de la construcción del Partido es vivir entre nosotros lo que aspiramos como nuevo estilo de convivencia del país.. Puede hacer una diferencia a la hora de invitar a aquellos (as) que , teniendo voluntad y compromiso activo en promover el cambio a través de su participación política, se restan con desprecio por las negativas prácticas políticas tradicionales.

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