Reconstruyendo un País para Todos


Les copio una nueva columna de Camilo Lagos, representante de la Sur-da y colaborador de Chile Cambio.



Por Camilo Lagos

En la madrugada del 27 de febrero nuestro país fue devastado por un fuerte terremoto que alcanzó una magnitud de 8.8 en la escala de Ritcher. Minutos después, un tsunami asolaba la zona costera del centro sur del país y la isla de Juan Fernández. Las pérdidas humanas fueron enormes y dolorosas. Ciudades completas fueron devastadas: Dichato, Constitución Cobquecura, Curanipe, Pelluhue, Iloca, Duao, entre otras, sufrieron con particular crudeza los efectos del terremoto. Los daños materiales fueron millonarios, afectando cientos de viviendas, hospitales, escuelas, infraestructura vial y al aparato productivo. Preliminarmente, se estiman pérdidas patrimoniales por USD 30.000 millones, lo que representa un 18,6% del PIB aproximadamente.
Las horas posteriores mostraron un Chile que no nos gusta: la desesperación, que se tradujo en saqueos y violencia; la falta de respuesta oportuna de la autoridad pública; el aprovechamiento inescrupuloso de algunos especuladores. Sin duda un drama sin precedentes, que es necesario afrontar con decisión, inteligencia y audacia. Pero también las horas posteriores nos mostraron ese país que entrañamos, ese país solidario, preocupado por quienes más lo necesitan.
Hay consenso en todos los sectores políticos y sociales, en que la principal tarea de hoy es la reconstrucción nacional. Es necesario reconstruir lo devastado. Sin embargo, esta tragedia es también una oportunidad histórica para el país. Oportunidad para que el nuevo país que se reconstruya sea uno que se mire con orgullo en el futuro, que deje atrás la inequidad en la distribución de la infraestructura básica (que desveló dramáticamente este desastre natural), que corrija los errores de un modelo de desarrollo que minimizó el rol del Estado, que descuidó el concepto de sustentabilidad en el diseño y planificación de las ciudades, que desprotegió a los ciudadanos frente a industrias que requieren de una activa y eficaz regulación.
En este contexto, los desafíos actuales se bifurcan fundamentalmente en dos: por un lado, se requieren generar los recursos necesarios para el proceso de reposición del capital físico destruido. Por otro lado, se requiere generar políticas públicas que se enmarquen en una estrategia de desarrollo inclusivo para el país en el mediano plazo.
Sobre el primer desafío, la discusión en los últimos días se ha reducido a un posible aumento de algunos impuestos específicos como forma de recaudar los montos necesarios para el proceso de reconstrucción. Pero esta es una discusión que soslaya nuevamente la discusión de más largo aliento, y que desde nuestra candidatura, planteamos en la primera vuelta: la necesidad de una profunda reforma tributaria que dé mayores recursos al Estado, en un contexto de mayor equidad. Propusimos para ello un conjunto de ideas enfocadas a reducir la carga tributaria de las personas y de las PYMES, y aumentar las de las grandes empresas. Entre ellas, un aumento del impuesto a la renta de las empresas, aumento de impuestos a tabacos y alcoholes, aumento del tope en el royalty minero y reducción de los tramos de aplicación, eliminación de exenciones tributarias, repatriación de recursos en el exterior, entre otros.
Para llevar adelante estas reformas se requiere de voluntad política y de consensos públicos y privados. No cabe duda, que la actual coyuntura facilita lo anterior. Es posible dar pasos valientes, impulsando una reforma tributaria que genere mayores recursos al país, y aliviane la carga tributaria de los personas, fundamentalmente de los sectores medios, palanca imprescindible para el desarrollo.
Sobre el segundo desafío, es el momento de abrir una profunda reflexión nacional. Necesitamos de una estrategia de desarrollo distinta a la que se ha venido implementando durante los últimos 20 años. Necesitamos recuperar un rol preponderante y renovado del Estado, la política y la participación de las personas, los derechos ciudadanos y la protección de nuestros recursos naturales. Muchas áreas del país mostraron su fragilidad en esta catástrofe, ya sea por la ausencia absoluta o la mínima capacidad de regulación del Estado. En temas como vivienda, planificación urbana, infraestructura vial, red de servicios básicos, servicios de alerta temprana, investigación sismológica, sistema de seguros, entre otros, se evidenció la necesidad de un mejor y mayor rol público.
Finalmente, es necesario revisar el país que estamos construyendo. La violencia social expresada en las horas posteriores al terremoto, nos muestra la profunda fractura y falta de cohesión social de nuestro país. El padre Felipe Berrios habló de un doble terremoto, y lo ha sido. Necesitamos reconstruir este tejido social destruido. Lo anterior, solo se logrará si logramos reducir la enorme brecha social existente, fortalecer el rol de la educación pública y asegurar una activa y verdadera participación de las personas, acercando el gobierno y sus autoridades a la ciudadanía. Solo así, estaremos (re)construyendo un país para todos, y con todos.

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