La pobreza: una cachetada en el rostro a las dos castas neoliberales

Publico la columna de Rafael Luis Gumucio Rivas:

Nada más torpe que el optimismo de las oligarquías. Antes de la encuesta Casen, de 2009, nos querían convencer de que Chile sería un país desarrollado en el año 2018 – fecha de nuestra verdadera Independencia-; bastó que se dieran a conocer los resultados de esa encuesta para que cayera, por su propio peso, tan cándido presagio.

El hecho de que en Chile un alto porcentaje de la población sean pobres no es ninguna novedad: ya, en 1910, el apóstol Luís Emilio Recabarren, en Ricos y pobres, mostraba el desolador panorama de la miseria. Tanto en el Centenario, como en el Bicentenario, las castas en el poder no sólo demuestran insensibilidad, sino que también su desnudez, respecto al alejamiento de la sociedad civil.

La canasta básica que se aplica en la encuesta Casen data del año 1987, da una visión distorsionada de la realidad de la pobreza, pues no considera la inflación y, por lógica, los cambios producidos desde esa época hasta nuestros días. Si la canasta básica se adecuara a año 2009, el número de pobres ascendería, aproximadamente, a cuatro millones de personas, y el porcentaje de de 15,1% a 30%.

Las cifras hablan por sí mismas: 2.634.000 entre pobres e indigentes – dos millones y 634, respectivamente-; de 2006 a 2009 el número de pobres aumentó en 355.000 personas. El presidente Piñera en su discurso, desde el Palacio de La Moneda, culpó a la ineficacia y corrupción del anterior gobierno el desalentador resultado con respecto a la pobreza. A su vez, la Concertación, sin ninguna capacidad de autocrítica, lo justifica con la crisis económica de los años 2008-2009, que arrojaron un crecimiento negativo e índices de cesantía superiores a los dos dígitos. La canasta de alimentos, por la cual se miden los resultados de los índices de pobreza, tuvo un crecimiento exponencial durante ese período. A nadie puede extrañarle que unos y otros utilicen la pobreza como tema política, pues no hay nada más político que la pobreza misma.

¿Quiénes son los pobres? Representan más que un mero dato estadístico: son ciudadanos inicuamente atropellados y maltratados; la pobreza es uno de los más violentos atropellos a los derechos humanos, y su existencia y persistencia constituye un baldón moral para toda la sociedad y, sobre todo, para las castas políticas en el poder, que han demostrado verdadera incapacidad para combatirla.

En primer lugar, la pobreza se localiza en algunas provincias, en especial en la zona sur, que va de la región del Maule hasta la de los Ríos; la novena región, La Araucanía, tiene un 27% de la población en estado de pobreza; la región del Bío Bío, un 21%; la región del Maule, 20,8%. Santiago mantiene un 11%, y las provincias con menor índice de pobreza están concentradas en Punta Arenas, un 9,3% y Antofagasta, 8%. Este predominio de Santiago sobre las regiones sigue demostrando que Chile ha fracasado, radicalmente, en el desafío de la regionalización y descentralización del poder. El régimen chileno, además de “monárquico”, sigue siendo monstruosamente desmembrado y centralizado.

La encuesta Casen demuestra que la tarea de iniciar un proceso de federalismo es más urgente que nunca: es imposible eliminar la indigencia y la pobreza si no se interviene ya, eliminando la institución de intendentes –designados por el presidente de la república- y consejeros regionales, que no representan a nadie; ambos cargos deben emanar de la soberanía popular; además, deben asignarse importantes recursos a las regiones que, en la actualidad, tienen alarmantes índices de pobreza que, seguramente, se ha multiplicado como consecuencia del terremoto y maremoto del 27 de febrero último. En el caso de estas provincias del sur, muchas de ellas dependen de un solo producto, por ejemplo, la Araucanía, de la madera, y las de más al sur, de la industria salmonera; basta que su producción se deprima para condenar a la población a la cesantía.

Los niños y los jóvenes constituyen el sector erario más castigado por la pobreza: de cero a tres años, 24,5%, y de cuatro a once años, un 25% – en total un 49,5%, son personas destinadas a la desesperanza aprendida y, en algunos casos, a caer en la cárcel; estas cifras no sólo son indignantes e inaceptables éticamente, sino también condenan a nuestro país a generaciones de deprivación materia l y cultural. Esta encuesta demostró que la educación chilena, tal como está, no sirve para nada, y es un factor de discriminación más que crear oportunidades para empezar a superar la pobreza.

La relación entre la cesantía y la pobreza e indigencia es indiscutible: el 51% de las personas indigentes y el 31% de los pobres son cesantes, decir, el 82%; sólo el 7,7% de los cesantes corresponde a los no pobres; el 47,9% de la población indigente corresponde a mujeres jefas de hogar. Según el INE la diferencia entre el sueldo más bajo y el más alto es de 22 veces.

Para combatir la pobreza no basta con sólo con políticas de protección social, esa necesaria una urgente revolución, para la cual están incapacitadas ambas castas en el poder – la Concertación y la Coalición -. Es imprescindible el cambio del sistema impositivo, con un impuesto del 30% en la primera categoría, es decir, aquel dirigida a la ganancia de las empresas, así como aumentar, sustantivamente, la carga fiscal a los dos quintiles más ricos del país; aprobar e implementar un verdadero royalty que no nos ate a las grandes trasnacionales – como lo hizo Ricardo Lagos y, ahora, quiere llevarlo a cabo Sebastián Piñera –que debe ser superior al 20% progresivamente; rebajar el Iva para los alimentos que conforman la canasta básica, y aumentarlo para todos los artículos suntuario y de lujo.

Todo este cambio en las cargas públicas posibilitaría una revolución educacional y prestaciones de salud de calidad, pata los más pobres, además de un salario ético que, considerando la realidad actual de la pobreza, debiera superar los $300.000. Si algo demuestra la última encuesta Casen es que la aplicación de apoyos importantes a un sector erario, como es el caso de la tercera edad, puede lograr, al menos, disminuir los índices de pobreza que, en este caso fueron sólo de un 8%.

Como la oligarquía en 1910, las actuales castas en el poder, inspiradas en el neoliberalismo, son completamente incapaces de superar la pobreza, lo que hace necesario tratar de visualizar cambios radicales que la izquierda se muestra incapaz de realizar.

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