Chile y sus semillas de destrucción en cámara lenta



Les dejo una columna de Eduardo Vergara, director de la Fundación Progresa, sobre armas de destrucción masiva en Chile y el mundo.


“Se estima que hoy hay más de medio millón de sobrevivientes a estas explosiones en el mundo, hablando muy bien del diseño de estas. Están hechas para mutilar ya que en la guerra un herido causa mayores problemas que un muerto. Pero lamentablemente, sobrevivir a la paz se vuelve más difícil que sobrevivir a la guerra”.

Escribe Eduardo J. Vergara Bolbaran / Director Ejecutivo, Fundación Progresa
Este mes entró en vigencia la Convención sobre Bombas de Racimo adquiriendo un efecto vinculante para todos los países miembros. La convención prohíbe el uso, almacenamiento y la transferencia de municiones de racimo estableciendo obligaciones para la limpieza de las zonas afectadas en un lapso de 10 años, la destrucción de las municiones en 8 y el cumplimiento integral de asistencia a los sobrevivientes, sus familias y comunidades en el corto plazo.
Esta convención se basa en premisas similares a las del Tratado de Prohibición de Minas Antipersonal, que busca prevenir futuras tragedias humanitarias y por sobre todo responder a los efectos causados generalmente a las víctimas. Si bien las bombas de racimo son lanzadas en el aire y las antipersonal plantadas, ambas se transforman en amenazas latentes al quedar en la tierra esperando ser detonadas gracias al contacto. Ambas son semillas de destrucción masiva que pacientemente esperan para mutilar o matar una víctima.
Se estima que hoy hay más de medio millón de sobrevivientes a estas explosiones en el mundo, hablando muy bien del diseño de estas. Están hechas para mutilar ya que en la guerra un herido causa mayores problemas que un muerto. Pero lamentablemente, sobrevivir a la paz se vuelve más difícil que sobrevivir a la guerra.
Tendemos a olvidar que Chile es uno de los países afectados por la presencia de estas minas y que debates de gran peso mundial como los que ha generado la entrada en vigencia de esta convención deberían tener un espacio en nuestro país. La semana pasada el ministerio de Defensa anunció el retiro de 3.300 minas antipersonal y 1.100 minas antitanques de los campos fronterizos Tambo Quemado 1 y 2. Una de las tantas horrorosas herencias que recibimos de la dictadura de Pinochet fue la siembra de más de 120.000 minas antipersonal y antitanque en diferentes puntos fronterizos a lo largo de Chile. Y como si eso fuera poco, se estima que Chile todavía posee aproximadamente 300,000 minas almacenadas.
La labor de los gobiernos que han asumido la conducción del país en los últimos años es valorable, pero aun distante de cumplir con sus compromisos internacionales y por sobre todo el de garantizar que los chilenos puedan caminar libres sobre su tierra. Claro está que los costos son altísimos y las metas nada de fácil de cumplir. Mientras el instalar una mina puede costar menos de 1.000 pesos, el desactivarla puede tener un costo a partir de medio millón de pesos. Por esto mismo la Unión Europea ya manifestó que las metas mundiales de ambas convenciones van a ser muy difícil de cumplir. Pude comprobar lo mismo mientras trabajaba en Bosnia i Herzegovina elaborando propuestas de políticas públicas para lograr las metas de deminado, almacenamiento y principalmente asistencia a las víctimas: A pesar de la abundancia de recursos, los avances y la fuerte presencia de la comunidad internacional, sin voluntad política las metas son imposibles de cumplir.
A pesar de que la cantidad de minas y su ubicación no es comparable con países como Bosnia i Herzegovina o Camboya, Chile debe dar pasos concretos para erradicar el 100% de las minas antipersonales y antitanque de su territorio. Es más, lo mismo debe hacer al transparentar datos exactos y deshacerse de las que tiene almacenadas. Michelle Bachelet mientras ejercía de Ministra de Defensa defendió la presencia y falta de pro actividad del gobierno al argumentar que, “cada país tiene que mantener ciertas capacidades, y porque la defensa es una política de Estado, no de contingencia, debemos garantizar que nuestro país pueda responder si en algún momento de la historia a otro país se le ocurriera una actitud agresiva contra nosotros”.
Bachelet y quienes siguen defendiendo la presencia de estas armas de destrucción masiva se equivocan. Las minas y todos los explosivos remanentes de la guerra son responsables de la muerte y mutilación de miles de seres humanos inocentes en el mundo, no ayudan a la defensa sino que al terror, y son una de las invenciones mas horrorosas que ha generado la humanidad. Además, crean enormes barreras para que las comunidades afectadas puedan desarrollarse, usar la tierra, construir y generan un estado de constante inseguridad para quienes desean circular libremente por territorios que son hoy parques nacionales, terrenos fértiles, la tierra de todos. Pero por sobre todo, debemos exigir nuestro derecho a vivir en un país que no ampare y justifique la presencia de amenazas letales sobre (o bajo) personas inocentes, y menos, que razone la presencia de estas argumentando supuestos.

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